La trama de la novela me dejó por varios momentos, absorta en mis
propios recuerdos. Afectada de cierto modo, podría calcular. No imaginé que
ésta navidad mía, sería perturbada de esta manera. Analizando los hechos reales
(los míos) e imaginarios (los del libro), llegué a la conclusión una vez más,
de que nada sucede por casualidad. De hecho, muchas situaciones y
circunstancias desquiciadamente coincidían entre sí, pero de ello no escribiré
ahora. Bástame decir que hoy mismo y en cuanto llegue a casa, tomaré el libro
relucientemente nuevo, comprado hace 48 horas y leído en la misma cantidad de
tiempo, y lo depositaré en el tacho de la basura. Sí, ese será su último lugar
en mi departamento, antes de ir a parar a quien sabe dónde.
Luego de observarlo semiescondido en la bolsa negra del tacho, por
dos milésimas de segundó querré tomarlo de nuevo y colocarlo en mi librero
blanco, quizá junto al de Lechín y Siles (los tres debieran estar en la
basura), pero casi inmediatamente, me convenceré de lo que en verdad son, y me
decidiré por gestionarles un lugar final entre los desperdicios de fin de año.
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