31 jul 2013

EL AMOR ROMÁNTICO COMO UTOPÍA EMOCIONAL DE LA POSMODERNIDAD

 

Por Coral Herrera Gómez

El amor en la posmodernidad es una utopía colectiva que se expresa en y sobre los cuerpos y los sentimientos de las personas, y que, lejos de ser un instrumento de liberación colectiva, sirve como anestesiante social.
El amor hoy es un producto cultural de consumo que calma la sed de emociones y entretiene a las audiencias. Alrededor del amor ha surgido toda una industria y un estilo de vida que fomenta lo que H.D. Lawrence llamó “egoísmo a dúo”, una forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo…
Este enclaustramiento de parejas propicia el conformismo, el viraje ideológico a posiciones más conservadoras, la despolitización y el vaciamiento del espacio social, con notables consecuencias para las democracias occidentales y para la vida de las personas. Las redes de cooperación y ayuda entre los grupos se han debilitado o han desaparecido como consecuencia del individualismo y ha aumentado el número de hogares monoparentales. La gente dispone de poco tiempo de ocio para crear redes sociales en la calle, y el anonimato es el modus vivendi de la ciudad: un caldo de cultivo, pues, ideal para las uniones de dos en dos (a ser posible monogámicas y heterosexuales).
De este modo, nos atrevemos a afirmar que los modelos de relación erótica y amorosa de la cultura de masas están basadas en la ideología del “sálvese quién pueda”. Mucha gente se queja de que los amores posmodernos son superficiales, rápidos e intensos, como la vida en las grandes urbes. Es cada vez más común el enamoramiento fugaz, y pareciera que las personas, más que lograr la fusión, lo que hacen es “chocar” entre sí.
Creo, coincidiendo con Erich Fromm, que a pesar de que el anhelo de enamorarse es muy común, en realidad el amor es un fenómeno relativamente poco frecuente en nuestras sociedades actuales: “La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad actual”. Y lo es porque el amor requiere grandes dosis de apertura de uno mismo, de entrega, generosidad, sinceridad, comunicación, honestidad, capacidad de altruismo, que chocan con la realidad de las relaciones entre los hombres y las mujeres posmodernas.
Por eso creo que el amor, más que una realidad, es una utopía emocional de un mundo hambriento de emociones fuertes e intensas. En la posmodernidad existe un deseo de permanecer entretenido continuamente; probablemente la vida tediosa y mecanizada exacerba estas necesidades evasivas y escapistas. Esta utopía emocional individualizada surge además en lo que Lasch denomina la era del narcisismo; en ella las relaciones se basan en el egoísmo y el egocentrismo del individuo.
Las relaciones superficiales que establecen a menudo las personas se basan en una idealización del otro que luego se diluye como un espejismo. En realidad, las personas a menudo no aman a la otra persona por como es, en toda su complejidad, con sus defectos y virtudes, sino más bien por cómo querría que fuese. El amor es así un fenómeno de idealización de la otra persona que conlleva una frustración; cuanto mayores son las expectativas, más grande es el desencanto.
El amor romántico se adapta al individualismo porque no incluye a terceros, ni a grupos, se contempla siempre en uniones de dos personas que se bastan y se sobran para hacerse felices el uno al otro. Esto es bueno para que la democracia y el capitalismo se perpetúen, porque de algún modo se evitan movimientos sociales amorosos de carácter masivo que podrían desestabilizar el statu quo. Por esto en los medios de comunicación de masas, en la publicidad, en la ficción y en la información nunca se habla de un “nosotros” colectivo, sino de un “tú y yo para siempre”. El amor se canaliza hacia la individualidad porque, como bien sabe el poder, es una fuerza energética muy poderosa. Jesús y Gandhi expandieron la idea del amor como modo de relacionarse con la naturaleza, con las personas y las cosas, y tuvieron que sufrir las consecuencias de la represión que el poder ejerció sobre ellos.
El amor constituye una realidad utópica porque choca con la realidad del día a día, normalmente monótona y rutinaria para la mayor parte de la Humanidad. Las industrias culturales actuales ofrecen una cantidad inmensa de realidades paralelas en forma de narraciones a un público hambriento de emociones que demanda intensidad, sueños, distracción y entretenimiento. Las idealizaciones amorosas, en forma de novela, obra de teatro, soap opera, reality show, concurso, canciones, etc. son un modo de evasión y una vía para trascender la realidad porque se sitúa como por encima de ella, o más bien porque actúa de trasfondo, distorsionando, enriqueciendo, transformando la realidad cotidiana.
Necesitamos enamorarnos del mismo modo que necesitamos rezar, leer, bailar, navegar, ver una película o jugar durante horas: porque necesitamos trascender nuestro “aquí y ahora”, y este proceso en ocasiones es adictivo. Fusionar nuestra realidad con la realidad de otra persona es un proceso fascinante o, en términos narrativos, maravilloso, porque se unen dos biografías que hasta entonces habían vivido separadas, y se desea que esa unión sitúe a los enamorados en una realidad idealizada, situada más allá de la realidad propiamente dicha, y alejada de la contingencia. Por eso el amor es para los enamorados como una isla o una burbuja, un refugio o un lugar exótico, una droga, una fiesta, una película o un paraíso: siempre se narran las historias amorosas como situadas en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. El amor en este sentido se vive como algo extraordinario, un suceso excepcional que cambia mágicamente la relación de las personas con su entorno y consigo mismas.
Sin embargo, este choque entre el amor ideal y la realidad pura se vive, a menudo, como una tragedia. Las expectativas y la idealización de una persona o del sentimiento amoroso son fuente de un sufrimiento excepcional para el ser humano, porque la realidad frente a la mitificación genera frustración y dolor. Y, como admite Freud (1970), “jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado o su amor”.
Quizás la característica más importante de esta utopía emocional reside en que atenúa la angustia existencial, porque en la posmodernidad la libertad da miedo, el sentido se ha derrumbado, las verdades se fragmentan, y todo se relativiza. Mientras decaen los grandes sistemas religiosos y los bloques ideológicos como el anarquismo y el comunismo, el amor, en cambio, se ha erigido en una solución total al problema de la existencia, el vacío y la falta de sentido.
Otro rasgo del amor romántico en la actualidad es que en él confluyen las dos grandes contradicciones de los urbanitas posmodernos: queremos ser libres y autónomos, pero precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás. El ser humano necesita relacionarse sexual y afectivamente con sus semejantes, pero también anhela la libertad, así que la contradicción es continua, y responde a lo que he denominado la insatisfacción permanente, un estado de inconformismo continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre lo que no tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos. A los seres humanos nos cuesta hacernos a la idea de que no se puede tener todo a la vez, pero lo queremos todo y ya: seguridad y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina.
La insatisfacción permanente es un proceso que nos hace vivir la vida en el futuro, y no nos permite disfrutar del presente; en él se aúna esa contradicción entre idealización y desencanto que se da en el amor posmoderno, porque la nota común es desear a la amada o el amado inaccesible, y no poder corresponder a los que nos aman. La clave está en el deseo, que muere con su realización y se mantiene vivo con la imposibilidad.
Si la primera contradicción amorosa posmoderna reside fundamentalmente en el deseo de libertad y de exclusividad, la segunda reside en la ansiada igualdad entre mujeres y hombres. Por un lado, la revolución feminista de los 70 logró importantes avances en el ámbito político, económico y social; por otro, podemos afirmar que el patriarcado aún goza de buena salud en su dimensión simbólica y emocional.
En algunos países las leyes han logrado llevar las reivindicaciones de los feminismos a la realidad social, pese a que la crisis económica nos aleja aún más de la paridad y la igualdad de mujeres y hombres en el seno de las democracias occidentales. Además de esta ansiada igualdad legal, política y económica, tenemos que empezar a trabajar también el mundo de las emociones y los sentimientos. El patriarcado se arraiga aún con fuerza en nuestra cultura, porque los cuentos que nos cuentan son los de siempre, con ligeras variaciones. Las representaciones simbólicas siguen impregnadas de estereotipos que no liberan a las personas, sino que las constriñen; los modelos que nos ofrecen siguen siendo desiguales, diferentes y complementarios, y nos seguimos tragando el mito de la media naranja y el de la eternidad del amor romántico, que se ha convertido en una utopía emocional colectiva impregnada de mitos patriarcales.
Algunos de ellos siguen presentes en nuestras estructuras emocionales, configuran nuestras metas y anhelos, seguimos idealizando y decepcionándonos, y mientras los relatos siguen reproduciendo el mito de la princesa en su castillo (la mujer buena, la madre, la santa,) y el mito del príncipe azul (valiente a la vez que romántico, poderoso a la par que tierno). Muchos hombres han sufrido por no poder amar a mujeres poderosas; sencillamente porque no encajan en el mito de la princesa sumisa y porque esto conlleva un miedo profundo a ser traicionados, absorbidos, dominados o abandonados.Los mitos femeninos han sido dañinos para los hombres porque al dividir a las mujeres en dos grupos (las buenas y las malas), perpetúan la deigualdad y el miedo que los hombres sienten hacia las mujeres. Este miedo aumenta su necesidad de dominarlas; el imaginario colectivo está repleto de mujeres pecadoras y desobedientes (Eva, Lilith, Pandora), mujeres poderosas y temibles (Carmen, Salomé, Lulú), perversas o demoníacas (las harpías, las amazonas, las gorgonas, las parcas, las moiras).
Paralelamente, multitud de mujeres han besado sapos con la esperanza de hallar al hombre perfecto: sano, joven, sexualmente potente, tierno, guapo, inteligente, sensible, viril, culto, y rico en recursos de todo tipo. El príncipe azul es un mito que ha aumentado la sujeción de la mujer al varón, al poner en otra persona las manos de su destino vital. Este héroe ha distorsionado la imagen masculina, engrandeciéndola, y creando innumerables frustraciones en las mujeres. El príncipe azul, cuando aparece, conlleva otro mito pernicioso: el amor verdadero junto al hombre ideal que las haga felices.
Pese a estos sueños de armonía y felicidad eterna, las luchas de poder entre hombres y mujeres siguen siendo el principal escollo a la hora de relacionarse libre e igualitariamente en nuestras sociedades posmodernas; por ello es necesario  seguir luchando por la igualdad, derribar estereotipos, destrozar los modelos tradicionales, subvertir los roles, inventarnos otros cuentos y aprender a querernos más allá de las etiquetas.

21 jun 2013

LA ABOGADA NICOLE WONG ES LA NUEVA ASESORA EN TEMAS DE INTERNET Y POLITICAS DE PRIVACIDAD DE LA CASA BLANCA



La administración del presidente de EE.UU., Barack Obama, nombró a la abogada de Twitter, Nicole Wong, como la nueva asesora sobre internet y políticas de privacidad de la Casa Blanca.

Wong trabajará con el Jefe de Tecnología, Todd Park, y se unirá con la Casa Blanca en sus esfuerzos por luchar contra los hackers.

Su nombramiento tiene lugar al tiempo que la administración del presidente Obama lidia con acusaciones relacionadas con su programa de vigilancia en Internet y de las escuchas telefónicas, como medida para luchar contra los ataques terroristas.

El portavoz de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca, Rick Weiss, declaró que Wong trabajará como official de tecnología para los Estados Unidos junto a Park en cuestiones como Internet, privacidad y otras áreas relacionadas con tecnología.

“Tiene una experiencia tremenda en estos temas y una inigualable reputación de justa y honesta, por ello deseamos que se una pronto a nuestro equipo”, dijo Weiss.

El Congreso y la Casa Blanca llevan más de un año buscando la mejor estrategia para enfrentar los ciberataques y mejorar la seguridad cibernética del país.

Wong, que era la encargada de temas legales para la compañía Twitter, testificó frente al Congreso sobre su preocupación en materia de censura en internet en diferentes países del mundo.

En 2010, cuando Wong era vicepresidenta de Google y consejera general adjunta, dijo en una audiencia del Comité Judicial del Senado que el gobierno de EE.UU. debería incluir la libertad en internet como una parte esencial de su política exterior.


5 jun 2013

COSMOPOLITAN Y SUS PORQUÉS...

 Por: azoteortográfico.com

Ya se sabe que las erratas en la prensa están a la orden del día; no en vano el diario El País, en su artículo «Errores y horrores de agosto», reconoció algunas de las gravísimas meteduras de pata que se habían podido apreciar en sus páginas durante dicho mes. Esto evidencia, entre otras cosas, que los lectores no se toman precisamente a la ligera el hecho de que la calidad de la redacción de un periódico merme de una manera tan apreciable. Podría aplicarse el cuento más de uno.

No pretendo en esta entrada soltar ninguna perorata acerca de la importancia de la figura del corrector (profesión esta cada vez más infravalorada) y al hecho de que muchas publicaciones han prescindido de esta figura, lo cual ha repercutido directamente en el resultado final de sus textos; sobre todo porque precisamente Cosmopolitan es una de las pocas que sigue manteniendo entre sus filas a una correctora de estilo y, aunque se cuelan algunas cosas, no suele estar entre las revistas peor escritas del quiosco, precisamente.


En esta ocasión, sin embargo, el patinazo ha sido mayúsculo; no ya por la naturaleza del error en sí, dado que es algo que se aprende en la escuela primaria, sino porque ha aparecido en la mismísima portada.  

Obviando los anglicismos innecesarios, que no son pocos («tips» por «trucos» o «consejos»; «low cost» por «bajo coste» o «bad boys» por «chicos malos»), la mayor patada al diccionario es ese porqué en la frase «Porqué nos gustan los chicos malos».

La escritura de esta expresión siempre ha traído cola pues, para conocer cuál es su ortografía correcta, hay que distinguir su función en el contexto. En el caso que nos ocupa, se trata de una oración interrogativa indirecta: por tanto, debería existir un espacio entre por y qué, al tratarse de la preposición por más el pronombre interrogativo qué. Así, la frase debería aparecer como «Por qué nos gustan los chicos malos».

Aprovechando esta entrada, me gustaría ofrecer una explicación sobre este caso y las formas en que puede darse.

1. Por qué (separado y con tilde). Se escribe así cuando coinciden la preposición por con el pronombre interrogativo o exclamativo qué. Aparece, por tanto, en oraciones interrogativas y exclamativas, tanto directas como indirectas. «Me pregunto por qué prefieres el verde en lugar del rojo».

2. Porqué (junto y con tilde). Es un sustantivo, equivalente a razón o motivo. Puede ir precedido por un determinante. Un ejemplo: «No entiendo el porqué de su marcha».

3. Porque (junto y sin tilde). Es una conjunción causal átona. Suele equivaler a puesto que o ya que, entre otras. «No compré huevos porque pensé que había».

4. Por que (separado y sin tilde). Pueden darse dos casos:

    4. 1. Preposición por más pronombre relativo que. En este caso, que puede sustituirse por el cual (o bien en femenino o en plural, según el contexto). «Esta es la puerta por que entramos».

     4. 2. Preposición por más conjunción subordinante que. Aquí no cabe la sustitución de la que hablaba en el epígrafe anterior. Sin embargo, que puede sustituirse habitualmente por la expresión el hecho de que. «Esta exposición se caracteriza por que los cuadros proceden de varios museos extranjeros».

Me consta que, en muchas ocasiones, ni siquiera la presencia de un corrector puede evitar que aparezcan errores y erratas en las publicaciones, pues el ritmo de trabajo es frenético y, a veces, muchos de los textos ni siquiera llegan a manos del corrector, o bien son modificados después de su revisión. No obstante, que una cosa así se cuele en la portada de una publicación clama al cielo. ¿A cuánta gente se le ha pasado su presencia para haber llegado así a los quioscos? 

3 jun 2013

LA INDIFERENCIA GARPA

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Por Pau Salerno

Una nena de ocho años llora. Las causas de su angustia llueven a cántaros a través de sus labios que, a la vez insistentes y resignados, buscan un gesto de comprensión por parte de su mamá. O, al menos, de la amiga de esta, tía, madrina, colega o lo que fuere, que permanece sentada frente a ella en la mesa de un bar timidongo situada en la vereda de una de las avenidas más concurridas de Buenos Aires. Yo me codeo con esta imagen justo cuando salgo del cyber donde me dicen que no hay máquinas libres si quiero imprimir, que volvé más tarde, que todavía no cerramos. Veo a la nena desconsolada y a la costumbre con que sus madres miran de refilón esos sentimientos infantiles. Primero trato de entender qué le pasa, pero en seguida caigo en el pozo con fondo de la indiferencia adulta. Y ahí recuerdo que los chicos, y más aún los bebés, lloran. Ante cada frustración. No porque son llorones o porque están aburridos, sino porque les sale; y los grandes somos reprimidos y, claro, represores. Pienso entonces en Mary Douglas y su clasificación cuadricular de la sociedad. Para nuestra amiga Mary -no concheta, sino británica; no correcta, sino antropóloga-, las personas más adaptadas socialmente son aquellas que mayor autodominio poseen. La idea, entonces, para ser aceptado por quienes a uno lo rodean, es ocultar(se) los propios sentimientos, deseos, emociones, necesidades. El cuerpo contiene, la sociedad -como cuerpo- también.
Instantáneamente el precepto dime cuánto reprimes y te diré cuán digno de relaciones sociales eres me traslada, diría en una asociación libre -aunque lo suficientemente reprimida como para que la relate fuera del diván-, a revisar mentalmente los últimos chats que mantuve con algún que otro hombre. Mi temor a pensar en mi incapacidad para el amor me conduce desde lo personal hacia lo social, y caigo en la cuenta de que no sólo el chat, sino también el inbox, el twitter, las publicaciones en facebook, el whatsapp, el mensaje de texto, etc., etc., responden a una misma metodología de interacción. Denominador común: mensajes cortos, despreocupados y autosuficientes. Un guiño que en un santiamén dice hola y se traduce en chau. Cierro el ojo, hola; lo abro, chau.
Pero esta comunicación vía indiferencia no hinca sus raíces en aquella despreocupación injustamente lógica de los adultos para con los berrinches infantiles. En la web, abundan las caprichosas exposiciones de mini-comentarios que, casi a la manera de Augusto Monterroso, son bálsamo de síntesis e ingenio. Este cortejo (hacia el otro y hacia uno mismo) responde a un anhelo de aprobación ajena que novia con el narcisismo. No se sabe si a uno le importa el otro, o si al otro le importa uno, o si uno sólo se quiere a uno y no al otro, o si el otro es un otro borgiano en que intentamos reflejarnos y del cual nos queremos alejar a la vez que nos enredamos en una orgía de yoes. La propia exposición -esencia de las concurridas redes sociales- se convierte en autocontemplación.
Ojo, a riesgo de pecar de demodé, pido que no seamos ilusos: el narcisismo no es sólo amor propio. Es hoy una jugarreta que nos lleva a conformarnos amargamente con la realidad y a hacer de cuenta que no nos importa lo malo, que nos reímos de eso, que es un caos, sí, pero no nos importa, que somos feos o tontos o nos equivocamos, pero está todo bien, boludo, no pasa nada. Nada. Y la indiferencia intersubjetiva vuelve a ganar.
Para consolarme posmoderna y risueñamente ante mis fiascos amorosos del apasionante mundo del hashtag, se me ocurre una explicación provisional: al ser conscientes de la imposibilidad de la perfección, trazamos un mundo naîve donde el ideal es como una diva almodovariana. Y la diva, de golpe, choca con su propia realidad: se acerca a su sueño rosado a la vez que se aleja de él sumergiéndose en una divina auto-risotada. Seductoramente camina la faceta antiheroica de los jóvenes posmodernos y se vuelve hilo conductor de affaires y enemistades.
A no ser que seas un avezado escritor de microchats, el espencerismo cibernético corre el riesgo de enviarte un rato al rincón de los rebeldes incomprendidos o, sin eufemismos, comunes chateadores sin tanta vuelta. Entonces las contradicciones para con este mundo -tan odiado y tan necesitado- se amigan gracias a la propia histeria, que está ahí en frente mirando de reojo y vestida con minifalda y escote. Y cedemos, hasta que no más. Entonces se asoma el llanto que nos encantaría fuera como el de la nena de ocho años, y que reprimimos porque es un lujo que este mundo no nos permite.
Conformista quizás, optimista tal vez, negadora, indiferente, posmodernamente, la inmediatez reviste a nuestros actos de un modo que, paradójicamente, nos cobija. El vaivén de emociones se traduce en un subibaja que por momentos divierte, a pesar de encontrarse en el ilusorio mundo infantil, a pesar de que la tierra esté al acecho. Afortunadamente el deseo se concreta cada tanto y desafía nuestra seguridad autocontemplativa. Ahí, entonces, cada tanto,  podemos pensar con satisfacción efímera pero intensamente posmoderna, la indiferencia garpa. ////PACO

31 may 2013

RUIDO DE TACONES EN EL DESPACHO OVAL

 

Kathryn Ruemmler, consejera legal de Obama, irrumpe en el circuito más influyente del presidente y se convierte, a su pesar, en un icono de estilo.

 Kathryn Ruemmler, durante una reunión con Obama en el Despacho Oval. / Pete Souza (The White House)

Ella es uno de ellos, una de las pocas mujeres que ha logrado entrar en lo que parece ser un club de hombres, también conocido como la Casa Blanca de Barack Obama, donde las mujeres se han quejado por sentirse marginadas. Tan solo tres conforman un Gabinete formado por poco más de una docena de personas. Y sin embargo, cuando se trata de asesorar al que es probablemente el hombre más poderoso del mundo, siempre es una voz femenina la que le susurra al oído.



Si Valerie Jarret es la sombra consejera perenne que nunca se separa del presidente y Katie Johnson la secretaria personal que recuerda a Obama en qué día vive y con qué líder extranjero está almorzando, Kathryn Ruemmler asesora al mandatario legalmente en asuntos como la guerra contra el terrorismo, nombramientos o la reforma migratoria.
Ruemmler no lleva el marchamo de uno de los nuestros, no pertenece al selecto grupo que acompaña a Obama desde sus días de Chicago y no ha trabajado en ninguna de sus dos campañas. Pero desde junio de 2011 está al frente de la oficina que centraliza y responde a las investigaciones que sufre la Casa Blanca y quien maneja las citaciones que solicitan los republicanos. La misión de esta abogada de 42 años licenciada en Georgetown es mantener al presidente y otros importantes nombres de la Administración alejados de tribunales y escándalos.



La oficina que dirige Ruemmler ha sido noticia en las semanas pasadas por el manejo dado a temas como la discriminación hecha por hacienda a grupos conservadores; el ataque de Bengasi (Libia) el pasado 11-S y el espionaje del Departamento de Justicia a la agencia de noticias AP. Ruemmler también ha hecho ruido por motivos que nada tienen que ver con su abultado currículum y que ya hacen que se la conozca más por ellos: a la jefa de los abogados de la Casa Blanca la enloquecen los zapatos, cuanto más alto el tacón mejor y de renombrado estilista.
Su pasión por los zapatos es legendaria y el primer documento gráfico que existe de ello es en su alegato final como fiscal del Departamento de Justicia en 2006 contra los directivos de Enron subida en unos stiletto, más conocidos como zapatos de tacón de aguja, de más de 10 centímetros (altos, muy altos). La abogada de los abogados, una de las personas con la cabeza más fría de la Casa Blanca, recorre las salas del Ala Oeste sobre sobrios y carísimos Manolo Blahnik o unos sofisticados (y todavía más caros) Christian Louboutin (no los de la suela roja que ya han hecho escuela, que también, sino la última creación del diseñador francés).



Y, como suele suceder cuando una mujer accede al sistema del poder, entra de lleno en lo que la redactora de The Atlantic Online, Garance Franke-Ruta, denomina el sistema de belleza. O lo que es lo mismo: ser juzgada por su apariencia mucho más de lo que lo es un hombre. Eso le ha pasado esta semana a Kathryn Ruemmler a quien The Washington Post dedicó un reportaje sobre sus zapatos.

(Fuente. El Pais)

30 may 2013

FASHION VICTIMS

 

(Yolanda Dominguez)



BangladeshCamboyaChina se suceden las tragedias ocasionadas por el mundo del textil, miles de trabajadores esclavizados sostienen los derroches del llamado “primer mundo” y sufren las graves consecuencias del consumismo desmedido al otro lado de la balanza.

Mientras en un lado del planeta la balanza toca el suelo atiborrada de objetos que alimentan el ego, en el otro extremo se desvanecen vidas a cada puntada: ellos sí son los verdaderos “fashion victims”.

Marcas, diseñadores, bloggers, medios… el mundo de la moda no puede obviar los hechos y mirar hacia otro lado. Todos somos responsables de esa realidad, incluso los consumidores podemos transformarla eligiendo productos que respeten a las personas y al medio ambiente.

“Fashion Victims” es una acción urbana inspirada en los recientes acontecimientos en Bangladesh (el derrumbe el 24 de abril de varios talleres textiles que acabaron con la vida de 1.127 trabajadores) que pretende dar visibilidad a los verdaderos “fashion victims”: los trabajadores esclavizados, la explotación infantil y los millones de perjudicados por la contaminación que producen las fábricas en los países de producción.


Hoy varias “blogueras” han aparecido sepultadas bajo escombros en la calle Gran Vía de Madrid, dejando entrever algunas extremidades con lujosos complementos (bolsos, zapatos…) que recuerdan a las imágenes publicadas de la tragedia de Bangladesh donde asoman brazos y piernas de las víctimas bajo los restos del edificio. 
Son muchos los transeúntes que se han parado a hacer fotos, (alguno preocupado para socorrerlas), muchos lo asociaron enseguida con la tragedia de las fábricas y otros miraban hacia arriba pensando simplemente que alguien se había suicidado...

Un llamamiento a la producción y el consumo responsables, tanto con las personas como con el planeta. 





Quiero agradecer especialmente a mi entregado y numeroso equipo de producción: sin vosotros esto no habría sido posible!!!
Actrices: Anaïs Dumas, María Sánchez, Maria José García Piaggio
Vídeo: José Enrique Padilla, Johanna Hernández, Nicolo Vélez
Fotografía: Olivia García, Giovannina Sequeira, Irene Navarro, Stela Stonem, Yolanda Domínguez
Producción: Carolina Mendoza Castro, Hugo de la Morena
Estilismo: Elena Calderón, Víctor Domínguez
Música: Jorge Salgado
Escombros: Azulejos Petri

2 abr 2013

MARTES DE LLUVIA AL MEDIO DÍA...

 
 
"Hoy me permitiré escribir una lineas
Para ti.
Espero perdones mi forzada escritura…
Trate de hacer un buen escrito…
Deseo en unas cuantas lineas
Compartir un aspecto tuyo que me atreveré a mencionar.
y tu diras si llego a gustar.
Y ese aspecto se lo puede citar en una palabra.
la misma es similar a la a ese sentimiento que nos sugiere un día soleado
en el cual nos encontramos tendidos sobre la acogedora alfombra verde
disfrutando de la calma que tan amablemente nos da la naturaleza
esa misma palabra es utilizada con frecuencia
por aquellos individuos que no solo desean existir
sino que se internan valientes en duro afán de trascender
no esperan nada a cambio, pero a pesar de todo los recodamos como, artistas.
Ahora dejo a tu imaginación la identidad de la misma
Que su nombre sea un secreto… entre tu y estas líneas.."

22 mar 2013




EL COMPROMISO CON LA FANTASÍA




 
Hace unos días, leí una entrevista al escritor rumano Mircea Cartarescu donde sostiene que escribe solo sobre la imaginación y no comparte el gusto general por la literatura realista.
“No entiendo por qué hay que escribir sobre un divorcio” dice.
Recuerdo que Alberto Fuguet confesó que soportaba cada vez menos las novelas y se dedicaba solo a leer crónicas. Definitivamente, el ascenso de la crónica literaria en el habla hispana en la última década ha sido enorme, con una lista de autores importantes en cada país, multiplicándose las antologías, los proyectos comunes internacionales, las revistas especializadas e incluso exitosos cursos titulados como “De cerca nadie es normal”, un taller para escribir perfiles dictado por uno de los cronistas peruanos más interesantes de esta hornada, Julio Villanueva Chang, fundador de la revista Etiqueta negra. Quizá, a diferencia de Cartarescu, Villanueva sí consiga encontrar sentido a escribir sobre un divorcio.
Ciertamente, cada vez se publican más crónicas, memorias, libros de no ficción, autobiografías y biografías. Sin embargo, acepto que a mí cada vez me interesa menos el cartelito “basado en hechos reales” en cualquier libro, y me dejo seducir por la capacidad de crear fantasías, ficciones poderosas con la capacidad para instalarse en el cerebro del lector con una fuerza que jamás tendrá la realidad y sus rutinarias certezas.

No intento teorizar sobre qué es la ficción en general, o la ficción realista en concreto (¿se habrá referido Cartarescu a Anna Karenina cuando dice que no entiende cómo alguien puede interesarse en un divorcio? Lo dudo). Solo quiero, en medio del desfile de cronistas y escritores documentados, romper una lanza a favor de aquellos que optan por la fantasía y la imaginación. Cuando leo una novela realista no me pregunto cuán real es lo que me cuentan, cuán topográfico es el retrato de las calles o si están datados los hechos que cuentan. Me dejo llevar, incluso en esos casos, por el ideal de un escritor que inventa un mundo sin necesidad de rendirle cuentas a la realidad. O, en todo caso, un autor que confía solo en la realidad que nace de sus propias necesidades como escritor, es decir, como suplantador de Dios o deicida (en palabras de Mario Vargas Llosa) creador de un mundo a su imagen y semejanza, cuyas reglas solo servirán para ese mundo.
Aunque me gusta la crónica o la autobiografía, he descubierto más verdad y más belleza en los libros de ficción. Creo que todos hemos venido al mundo a aprender una lección; dudo que la lección que debo aprender yo esté en un libro basado en hechos reales. Aprendo más de los seres imaginados, de los mundos de fantasía, que de cualquier intento de notariar acontecimientos. Prefiero perdeme por pasadizos que no llevan a ninguna parte, introducirme en sueños ajenos y encontrarme con fantasmas o seres imaginarios en vez de burócratas de trajes arrugados o personajes u objetos extravagantes a los que se les ha dedicado un perfil. Tampoco me molesta leer una novela y saber que el autor inventa un mundo que ya existe, edifica una ciudad de espectros encima de una ciudad auténtica. Me molesta el decorado, no me gusta las novelas que son como un episodio de Mad Men: un gran trabajo de producción que pretende retratar una época con tanta exactitud que resulta artificial. Prefiero el absurdo, la imaginación, la pátina intimista que nubla y borra las formas y las personas.
En épocas en las que, se dice, no existe el “escritor comprometido” yo he renovado mi compromiso con la fantasía. Lo he hecho gracias a Nostalgia, el maravilloso libro de Cartarescu publicado por Impedimenta. No puedo sino recomendarlo insistentemente, como quien recomienda no un destino turístico ni un viaje sociológico o antropológico a la vida de los otros, sino un lugar donde es posible recorrer por un tiempo para regresar luego al mundo con ojos nuevos, transparentes, y la certeza de que ese lugar ahora habita en nuestro interior.
Lean a Cartarescu.
(Fuente: http://ivanthays.com.pe/pos)

20 mar 2013

El escritor José Ovejero gana el Premio Alfaguara de Novela 2013

 
 
 
El escritor español José Ovejero ha sido galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2013, dotado con 175.000 dólares (unos 130.000€) y una escultura de Martín Chirino, por la obra La invención del amor, presentada bajo el título Triángulo imperfecto y con el seudónimo Doppelgänger. El jurado, presidido por Manuel Rivas y compuesto por Annie Morvan, José María Pozuelo Yvancos, Jordi Puntí, Xavier Velasco, Antonio Ramírez y Pilar Reyes (con voz pero sin voto), ha declarado ganadora la novela por mayoría.
 
En esta convocatoria se han recibido 802 manuscritos, lo que la convierte en la edición con más participación en la historia del Premio. En total 802 manuscritos optan al galardón, de los cuales 342 se han recibido en España, 133 en México, 99 en Argentina, 61 en Colombia, 34 en Estados Unidos, 28 en Chile, 23 en Venezuela, 19 en Ecuador, 18 en Perú, 9 en Guatemala y Honduras, 8 en Costa Rica, Panamá y Nicaragua, 8 también en Bolivia, 7 en El Salvador, 7 en Uruguay, 4 en Paraguay y 2 en Puerto Rico.
 
José Ovejero (Madrid, 1958) vive en Madrid y Bruselas, donde combina su pasión por la literatura con las colaboraciones periodísticas. Desde que ganara el Premio Ciudad de Irún 1993 con su poemario Biografía del explorador, ha cultivado todos los géneros, siendo especialmente reseñable su libro de viajes China para hipocondríacos, merecedor del Premio Grandes Viajeros 1998, y su novela Las vidas ajenas, ganadora del Premio Primavera 2005. Desde su primer galardón hasta el último, el autor ha continuado cultivando el género narrativo con novelas como Añoranza del héroe, Huir de Palermo, Un mal año para Miki, Nunca pasa nada (Alfaguara, 2007) y La comedia salvaje (Alfaguara, 2009) —que obtuvo el Premio Ramón Gómez de la Serna 2010—, con libros de relatos como Cuentos para salvarnos a todos, Qué raros son los hombres y Mujeres que viajan solas, y con ensayos como Escritores delincuentes (Alfaguara, 2011) y La ética de la crueldad (Premio Anagrama de Ensayo 2012).
 
La invención del amor cuenta la historia de Samuel que, cumplidos los cuarenta, conserva a sus amigos, es socio en una empresa de materiales de construcción y ha encadenado compañeras de cama. Desde su terraza observa sin participar el trajín cotidiano madrileño. Samuel, realmente, está de vuelta sin haber llegado. Un día, alguien al teléfono le dice que Clara ha muerto, y cuelga. Lo misterioso del caso es que Samuel no recuerda a ninguna Clara. Pero eso no le impide convertir a esa chica desconocida en el centro de su vida. Samuel averigua que la persona con la que lo han confundido era el amante secreto de la difunta, y se pone en contacto con la hermana de aquélla, la atractiva Carina. Ambos empiezan a compartir vivencias y huecos. Clara había tenido una conflictiva adolescencia punk, y Carina, la responsable, ahora se nota atascada en el bache de la madurez. Samuel inventa, aprovechándose del sentimiento de culpabilidad de Carina. En la retrospectiva, se sacan a colación viejos dramas familiares, silencios, escapadas. Con su empresa al borde del cierre por la crisis, Samuel empieza a hablarle a su madre, con demencia senil, de la Clara que se está inventando. Curiosamente, pronto ese nombre será uno de los pocos que recuerde la anciana. Samuel tampoco puede despegarse ya del recuerdo de Clara, pero se siente cada vez más atraído por Carina y piensa en cómo decirle la verdad.
Una novela con solteros y crisis que crece y se ramifica, a partir de la curiosidad por lo inmediato, llegando a tocar el misterio. El narrador protagonista nos hace cómplices hablándonos directamente sobre la soledad, el amor y la capacidad para reinventarse y autoengañarse. Con elementos del thriller clásico, se trata de un libro romántico pero muy pegado a la calle, un relato generacional ubicado en Madrid.
Desde su primera edición, en 1998, han presidido el Premio Alfaguara: Carlos Fuentes, Eduardo Mendoza, Alfredo Bryce Echenique, Antonio Muñoz Molina, Jorge Semprún, Luis Mateo Díez, José Saramago, José Manuel Caballero Bonald, Ángeles Mastretta, Mario Vargas Llosa, Sergio Ramírez, Luis Goytisolo, Manuel Vicent, Bernardo Atxaga y Rosa Montero.
 
 

30 ene 2013

LA AMISTAD, CARTA A CARTA

Dos reconocidos escritores decidieron; intercambiar cartas como una forma de diálogo. He aquí una muestra de esa empresa.
Paul Auster y J. M. Coetzee 
 
 
 
Durante tres años, el estadounidense Paul Auster y el sudafricano Premio Nobel J. M. Coetzee convinieron en escribirse cartas sobre los más diversos temas. El resultado dio lugar al libro Aquí y ahora. El primer tema que trataron fue la amistad, una buena manera de comenzar una relación que, con el tiempo y la tinta, acabó convirtiéndolos en amigos. DE COETZEE Querido Paul: He estado pensando en las amistades, en cómo surgen, en por qué duran —algunas— tanto tiempo, más tiempo que los compromisos pasionales de los que a veces se considera (erróneamente) que son tibias imitaciones. Estaba a punto de escribirte una carta sobre todo esto, empezando por la observación de que, teniendo en cuenta lo importantes que son las amistades en la vida social, y lo mucho que significan para nosotros, particularmente durante la infancia, resulta sorprendente lo poco que se ha escrito sobre el tema.
Pero luego me he preguntado a mí mismo si esto es realmente cierto. De manera que antes de sentarme a escribir he ido a la biblioteca a hacer una comprobación rápida. Y, oh maravilla, no me podría haber equivocado más. En el catálogo de la biblioteca había montones de libros sobre el tema, veintenas, muchos de ellos bastante recientes. Cuando fui un poco más allá y les eché un vistazo a aquellos libros, sin embargo, recuperé algo de autoestima. A fin de cuentas, yo había tenido razón, o por lo menos la había tenido a medias: la mayor parte de lo que aquellos libros decían de la amistad no tenía demasiado interés. Parece ser que la amistad sigue siendo en cierto modo un enigma: sabemos que es importante, pero no tenemos nada claro por qué la gente traba amistad y la conserva.
(¿Qué quiero decir cuando digo que lo escrito presenta poco interés? Compara la amistad con el amor. Sobre el amor se pueden decir cientos de cosas interesantes. Por ejemplo: los hombres se enamoran de mujeres que les recuerdan a su madre, o mejor dicho, que al mismo tiempo les recuerdan y no les recuerdan a su madre, que al mismo tiempo son y no son su madre. ¿Es cierto? Puede que sí y puede que no. ¿Interesante? Ciertamente. Ahora miremos la amistad. ¿A quiénes eligen los hombres como amigos? A otros hombres más o menos de la misma edad, con intereses parecidos, por ejemplo los libros. ¿Es cierto? Tal vez. ¿Interesante? Para nada.)
Déjame que te haga una lista de las pocas observaciones sobre la amistad que recogí durante mis visitas a la biblioteca y que me parecieron realmente interesantes.
Una. Dice Aristóteles que no se puede ser amigo de un objeto inanimado (Ética, capítulo 8). ¡Pues claro que no! ¿Quién ha dicho alguna vez que sí? Pese a todo, es interesante: de repente uno ve de dónde sacó su inspiración la filosofía lingüística moderna. Hace dos mil cuatrocientos años Aristóteles ya estaba demostrando que algo que parecían postulados filosóficos no podían ser más que reglas de la gramática. En la frase “Soy amigo de X” nos dice, “X tiene que ser el nombre de algo animado”.
Dos. Se puede tener amigos y no querer verlos, dice Charles Lamb. Cierto, y también interesante: es otro sentido en el que los sentimientos de amistad se distinguen de los apegos eróticos.
Tres. Los amigos, o por lo menos las amistades masculinas en Occidente, no hablan de lo que sienten entre ellos. Compárese este fenómeno con la verborrea de los amantes. De momento, no muy interesante. Pero cuando el amigo se muere, sale la pena a raudales: “¡Ay, demasiado tarde!” (dice Montaigne de La Boétie, dice Milton de Edward King). (Pregunta: ¿acaso el amor es locuaz porque el deseo es por naturaleza ambivalente —Shakespeare, Sonetos—, mientras que la amistad es taciturna porque es algo sencillo y sin ambivalencias?).
Por fin, un comentario que hace Christopher Tietjens en El final del desfile de Ford Madox Ford: uno se acuesta con una mujer para estar en condiciones de hablar con ella. En otras palabras, hacer de una mujer tu amante no es más que un primer paso; el segundo, hacer de ella tu amiga, es el que importa; sin embargo, en la práctica hacerse amigo de una mujer con la que no te has acostado es imposible porque quedan en el aire demasiadas cosas sin decir.
Si realmente cuesta tanto decir algo interesante sobre la amistad, entonces se materializa otra idea: que a diferencia del amor o de la política, que no son nunca lo que parecen, la amistad sí es lo que parece. La amistad es transparente.
Las reflexiones más interesantes sobre la amistad vienen del mundo antiguo. ¿Y por qué? Pues porque en la antigüedad la gente no consideraba la actitud filosófica como una actitud inherentemente escéptica, y por consiguiente no daban por sentado que la amistad tenía que ser algo distinto a lo que parecía ser; o bien, al revés, llegaron a la conclusión de que si la amistad era lo que parecía y nada más, entonces no podía ser tema para la filosofía.Cordialmente, John.DE AUSTERQuerido John: Ésa es una cuestión a la que he venido dando muchas vueltas a lo largo de los años. No diré que haya llegado a una postura coherente sobre la amistad, pero para contestar a tu carta (que ha desatado en mí un torbellino de ideas y recuerdos), quizá sea éste el momento de intentarlo.Para empezar, me limitaré a la amistad masculina, a la amistad entre hombres, entre niños.
1) Sí, hay amistades transparentes, sin ambivalencia (para emplear tus términos), pero no muchas, según mi experiencia. Eso quizá tenga algo que ver con otra de las palabras que utilizas: taciturno. Estás en lo cierto al decir que los amigos (al menos en Occidente) “no suelen hablar de sus sentimientos mutuos”. Yo daría un paso más allá, añadiendo lo siguiente: los hombres no suelen hablar de sus sentimientos, y punto. Y si no sabes cómo se siente tu amigo, ni qué es lo que siente ni por qué, ¿puedes decir en serio que es tu amigo? Y sin embargo, la amistad perdura, a menudo durante muchas décadas, en esa ambigua zona del no saber.
Al menos tres de mis novelas tratan directamente de la amistad entre hombres, son en cierto sentido historias sobre la amistad masculina —La habitación cerrada, Leviatán y La noche del oráculo—, y en cada caso, esa tierra de nadie del no saber que separa a los amigos se convierte en el escenario donde se representan los dramas.
Un ejemplo de la vida real. Durante los últimos veinticinco años, uno de mis amigos íntimos —quizá el más cercano que he tenido en mi vida adulta— es una de las personas menos charlatanas que he conocido nunca. Es mayor que yo (me lleva once años), pero tenemos mucho en común: ambos somos escritores, estamos estúpidamente obsesionados con los deportes, los dos casados desde hace mucho con mujeres excepcionales, y, lo que es más importante y difícil de definir, albergamos cierta sensación inexpresada, pero compartida de cómo hay que vivir: una ética de la madurez. Y sin embargo, por mucho cariño que le tenga a esa persona, por dispuesto que esté a partirme el pecho por él en momentos difíciles, nuestras conversaciones son casi sin excepción insulsas y anodinas, enteramente triviales. Nos comunicamos emitiendo breves gruñidos, volviendo a una especie de lenguaje taquigráfico que a un extraño resultaría incomprensible. En cuanto a nuestro trabajo (la fuerza motriz de nuestras respectivas vidas), rara vez lo mencionamos.(…)
(Una súbita y luminosa idea. Las mejores amistades, las más duraderas, se basan en la admiración. Ése es el sentimiento fundamental que relaciona a dos personas durante un prolongado período de tiempo. Se admira a alguien por lo que hace, por lo que es, por cómo se las arregla para andar por el mundo. Esa admiración lo ennoblece, lo realza ante tus ojos, lo eleva a una posición que, a tu juicio, es superior a la tuya. Y si esa persona también te admira a ti —y por tanto te ennoblece, te realza, te eleva a una posición que considera superior a la suya—, entonces se encuentran en condiciones de absoluta igualdad. Ambos dan más de lo que reciben, los dos reciben más de lo que dan, y en la reciprocidad de ese intercambio, florece la amistad. De los cuadernos de Joubert (1809): “No sólo debe cultivarse el trato con los amigos, también hay que cultivar su amistad dentro de uno mismo: conservarla con esmero, cuidarla, regarla”. Y de nuevo Joubert: “Siempre perdemos la amistad de aquellos que pierden nuestra estima”).
2) Niños. La infancia es el período más intenso de nuestra vida porque lo que solemos hacer entonces, lo hacemos por primera vez. Poco tengo que aportar a esto salvo un recuerdo, pero ese recuerdo parece poner de relieve el infinito valor que atribuimos a la amistad cuando somos jóvenes, e incluso muy jóvenes.
Yo tenía cinco años. Billy, mi primer amigo, apareció en mi vida de una forma que ya no alcanzo a recordar. En mi memoria es un extraño y alborozado personaje de opiniones firmes y un talento bastante desarrollado para las travesuras (cosa que a mí me faltaba en grado sumo). Tenía un grave defecto del habla, y pronunciaba las palabras de manera tan confusa, se le atascaban tanto en la saliva que se le acumulaba en la boca, que nadie llegaba a entender lo que decía; salvo el pequeño Paul, que le servía de intérprete. Gran parte del tiempo que pasábamos juntos lo dedicábamos a deambular por nuestro barrio residencial de Nueva Jersey en busca de animalitos muertos —pájaros, sobre todo, pero también alguna rana o ardilla listada— para enterrarlos en el parterre que bordeaba mi casa. Ritos solemnes, cruces de madera hechas a mano, prohibido reírse. Billy aborrecía a las chicas, se negaba a rellenar las páginas de los cuadernos para colorear que mostraran representaciones de figuras femeninas, y como su color favorito era el verde, estaba convencido de que la sangre que corría por las venas de su oso de peluche era verde. Ecce Billy.
Entonces, cuando teníamos seis años y medio o siete, se mudó con su familia a otra ciudad. Congoja, seguida de semanas, si no meses, de añoranza de mi amigo ausente. Por fin, mi madre cedió y me dio permiso para hacer la costosa llamada de teléfono a la nueva casa de Billy. El contenido de nuestra conversación se me ha borrado de la memoria, pero recuerdo mis sentimientos tan vívidamente como me acuerdo de lo que he tomado para desayunar esta mañana. Eran los mismos que más adelante tendría de adolescente al hablar por teléfono con la chica de quien me había enamorado.
En tu carta haces una distinción entre amistad y amor. Cuando somos pequeños, antes de que se inicie nuestra vida erótica, no hay diferencia. La amistad y el amor son una misma cosa.
3) La amistad y el amor no son la misma cosa. Hombres y mujeres. Diferencia entre matrimonio y amistad. Una última cita de Joubert (1801): “Sólo debes elegir por esposa a la mujer que escogerías como amigo, si fuera hombre”.
Una formulación bastante absurda, supongo (¿cómo puede una mujer ser hombre?), pero se entiende lo que quiere decir, y en el fondo no se diferencia mucho de tu observación sobre El final del desfile, de Ford Madox Ford, y la caprichosa y divertida afirmación de que “uno se acuesta con una mujer para estar en condiciones de hablar con ella”.
El matrimonio es sobre todo una conversación, y si marido y mujer no encuentran un modo de ser amigos, su unión tiene pocas posibilidades de subsistir. La amistad es un componente del matrimonio, pero el matrimonio es una discusión que no deja de evolucionar, una eterna obra inacabada, una continua exigencia de llegar al fondo de sí mismo y reinventarse en relación con el otro, mientras que la amistad pura y simple (es decir, la amistad fuera del matrimonio) tiende a ser más estática, más cortés, más superficial. Ansiamos la amistad porque somos seres sociables, nacidos de otros seres y destinados a vivir entre otros seres hasta el día de nuestra muerte, pero cuando se piensa en las peleas que a veces estallan incluso en el mejor de los matrimonios, los apasionados desacuerdos, los exaltados insultos, los portazos y platos rotos, se comprende enseguida que tal comportamiento sería intolerable dentro de los decorosos ámbitos de la amistad. La amistad significa buenas maneras, amabilidad, constancia en el afecto. Los amigos que se gritan rara vez continúan siéndolo. Los maridos y mujeres que se gritan suelen seguir casados; a veces felizmente casados.
¿Pueden ser amigos hombres y mujeres? Creo que sí. Con tal de que no exista atracción física en ninguna de las partes. Una vez que la sexualidad entra en escena, se acabó lo que se daba. Es preciso tratar otros aspectos de la amistad.
Con calurosos recuerdos desde la tórrida Nueva York, Paul.
 
 



5 ene 2013

UNA BIBLIOTECA "LOGUEA" A SUS INVESTIGADORES

Las nuevas voces que la tecnología trae nos motivan a abrir el cofre de palabras que atesora el idioma español…



Abecedario

Abecedario


La Razón / Óscar Ordóñez A. - periodista
00:00 / 16 de diciembre de 2012
 

La ciber página del Catálogo Bibliográfico de la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), de La Paz, advierte a investigadores, docentes y estudiantes: “Para poder acceder como usuario debe estar logueado”.
Por lo escrito, se deduce que para consultar algún libro, hay que formar parte del grupo de lectores de esta biblioteca. Pero el problema mayor radica en que ahora, para comunicarnos un simple aviso, recurrimos al idioma inglés, pero de mala manera.
La oración podría haber dicho “Inscríbase en nuestra comunidad académica de investigadores”. Luego, se debe indicar los enlaces de identificación y de inscripción.
No existe la palabra “logueado”. Tal vez, la UMSA se refiere a logged, verbo inglés que en español significa: “inscrito”, “anotado”, “registrado”, “identificado”. La voz de origen es login (autoidentificarse) y se la lee cuando obtenemos un correo electrónico en páginas como Yahoo, Hotmail y Gmail, entre otros. Las bibliotecas, clubes, instituciones públicas o privadas ofrecen también estos servicios.
“Logueado” forma parte de un ejército de palabras despeinadas que irrumpen en el español con el fin de que nos entendamos. Pero ocurre todo lo contrario: se abre el abanico de las imprecisiones. El Diccionario de Informática en Línea Alegsa explica que más apropiado que “loguearse” es “iniciar sesión”. Lo contrario, logout (cerrar sesión).
Según el portal electrónico “Mis Respuestas”, login viene de las voces log (bitácora, registro) e in (adentro). Es decir, “registrarse”. “El término apunta a la credencial o al nombre del usuario”. Por ello, en inglés se dice login. Pero varios hispanohablantes (ya por comodidad o por falta de conocimiento) optan por “loguearse” en lugar de inscribirse o de registrarse.HACKEADO. Pero “logueado” no es el único mal ejemplo que encontramos en el camino: ocurre también con “hackeado”, que viene de hacker (pirata).
“Informamos a nuestros seguidores que hemos sido hackeados, seguiremos informándoles a través de esta vía. Muchas gracias”, dijo la Red Erbol en su cuenta Twitter, el martes 30 de octubre.
Vemos, una vez más, cómo la mala influencia del inglés sobre el español anula mejores posibilidades de expresarnos. ¿Sucumbimos ante la seducción de las tecnologías?, ¿o habrá llegado la hora de abrir el cofre de palabras del idioma español y elegir las que necesitamos?La oración podría decir “Nos atacaron piratas informáticos. Pero seguiremos informándoles, a través de esta vía. Muchas gracias”.
“Tageado” es otra palabra que quiere ingresar al español a como dé lugar. La voz de origen en inglés es tagged y se la emplea en las redes sociales cuando alguien ha sido “etiquetado”, “nombrado”, “señalado”, “mencionado”, “aludido”, “incluido” en una fotografía o en un comentario.Lo mismo ocurre con las palabras “faveado” (acción de convertir en favorito a un tuiteo en Twitter) o “blutupeado” (viene de bluetooth, sistema de comunicación inalámbrica entre teléfonos móviles y computadoras portátiles).
Asistimos a una tendencia lingüística (en Internet) que se inclina por fusionar palabras de dos idiomas con el fin —creemos— de comunicarnos mejor. Pero lo que ocurre es que, como si se tratara de cifras, factorizamos las palabras y eliminamos la comunicación.INGLÉS. La terminación española “ado”, que funciona como sufijo, para estas voces que comienzan en inglés, le da un carácter interesante de concret-ado, realiz-ado, termin-ado, acab-ado.
El origen de esta tendencia, como el curso de un río que no se puede detener, parece haber llegado con la palabra “escáner”. Al incluirla al diccionario, la Real Academia Española (RAE) abrió tal vez una rendija de su portón para que estas voces fusionadas empujen con fuerza esa puerta y quieran formar parte de su libro gordo y sabio.
Escáner, que deriva del inglés, scann (“examinar”, “escudriñar”, “explorar”), es un dispositivo que explora el cuerpo humano (en la medicina) examina si las personas portan armas (en los aeropuertos) y reproduce imágenes o documentos (en las oficinas y hogares).
De “escáner” nació “escanear” (aceptado por la RAE) y desemboca en el participio “escaneado”: calidad de “explorado”, “examinado”, “digitalizado”. ¿Nos da pie ello para decir también “photoshopeado”, “emepetreado” y “pedefeado”, por ejemplo?
Con la primera voz damos a entender que hemos “retocado”, “modificado” “ajustado” o “arreglado” cierta fotografía con Photoshop, el editor de imágenes más popular del mundo.
“Emepetreado” se refiere a la conversión de algún audio o música al formato MPEG III (Moving Picture Experts Group), más conocido como MP3. En cambio, “pedefeado” (PDF, Portable Document Format) define la digitalización de fotos o textos a un archivo de características casi intocables, formato utilizado de preferencia por las imprentas.
Sobre la base de ese razonamiento, creemos correcto cuando decimos “logueado”, “hackeado”, “tageado”, “photoshopeado”, “emepetreado”, “pedefeado”, “faveado” y “blutupeado”, entre otros.
Pero la manera en cómo actúa el genio del idioma español nos demuestra que la fuerza de la creación de nuevas palabras reside en él mismo. No necesita de otras lenguas para nombrar hechos o cosas, en apariencia, nuevos; a no ser que estemos ante un vacío de expresión incapaz de ser nombrado por nuestro idioma.
Lo contrario se llama mala influencia, moda fácil o poca reflexión sobre los atributos que nuestro idioma atesora en su gran cofre de palabras.Al margen de las fortalezas o debilidades de los genios de todas las lenguas, hay un ser (la tecnología), en apariencia más poderoso, que habla un solo idioma: el inglés. Su presencia —en los siglos XIX y XX— ha sido favorecida por la política, la economía, la industria, las telecomunicaciones, la publicidad, la educación, la música popular, el cine y el periodismo, entre otros.CONDENA. Pero no por ello vamos a condenar a esta lengua como la única responsable de que muchos hispanohablantes, en particular, la consideren superior al español. Esa inferioridad se debe también a nuestro poco o nulo amor a la lectura y al hecho de que los medios de difusión se inclinan, con frecuencia, por voces más de moda que correctas. Por desgracia, la gente asume como válido todo lo que escriben o dicen los medios. Ése, el verdadero peligro.
Ningún idioma viaja a la velocidad de la luz. La lengua española tiene a la paciencia y al tiempo como eficaces herramientas de trabajo. Con ellas crea nuevas palabras. Por ello, no necesitamos “loguearnos” en la comunidad apresurada de personas que pronuncian o escriben palabras despeinadas para comprendernos.

The Story...

Llegué tranqui, tenía mi primera sesión con el ‘tipo del chaleco a cuadros’, más conocido profesionalmente como psiquiatra; me da la ‘bienvenida’ y pregunta: -“¿en qué la puedo ayudar?”-, le despliego mi arsenal sintomatológico – tal cual me lo recomendó el neurólogo - y comienza a sucederse un interesante intercambio –demasiado técnico para mi gusto–, de supuestas situaciones compuestas vividas. Me pregunta si en ese momento deseo llorar – yo lo empiezo a odiar por obligarme con su pregunta a ello -. 
Conclusión: por más que todo haya transcurrido relajadamente no me conformó, me retiré con un sabor insulso, y la sensación de ni fú, ni fá, ni bien, ni mal, ni ‘guauuu’, ni ‘uhhhhh’, o sea: NADA!
Me retiro, subo un piso, puerta abierta, saludo con la mano y me invita a pasar mi queridísima psicóloga...
Ni bien tomo asiento, le comunico mi disconformidad y todas mis ganas juntas de no volver a perder mi tiempo visitando nuevamente a su colega de chaleco, ella, pobre santa de Dior, entiende lo expuesto y hasta está de acuerdo conmigo –coincidir tan puntualmente con el terapeuta es una satisfacción gratificante créanme–.
Pero ya sabemos que no todas son margaritas en esta vida y desde el primer día de mi consulta con la Licenciada Hurtado me propuse no hacerle la vista gorda a nada, entonces aconteció el siguiente diálogo:
 -¿qué tal la mudanza?
Bien.
-¿y tus vecinos?
No sé.
-¿pero tienes vecinos?
Si.
-¿…?
Me los atravieso alguna vez, pero no me interesa saber quiénes son.
-¿y tu nuevo trabajo?
Bien.
-¿…?
Apenas empiezo a conocer a la gente. Todos parecen iguales.
-¿con tu novio?
No se.
-¿…?
Me molesta que me hable.
-¿entonces?
Utilizo el celular de la empresa y le comunico lo que debo por mensajes de texto.
-¿y vos qué es lo que necesitarías que la gente haga?
Que se U BI QUE!
-¿…?
Es simple, hoy me levanté con dolor de cabeza…:)
-¿¡…!?
 La sesión duró 58 minutos, mi psicóloga se quedó preocupada por mis planteos, después de casi tres semanas...la misma actitud voluntaria, después de todo… creo que la mudanza de casa y laburo, ayudarán mucho – eso no me lo dijo -, igual ahora tengo un tema pendiente bastante importante que resolver.