21 jun 2013

LA ABOGADA NICOLE WONG ES LA NUEVA ASESORA EN TEMAS DE INTERNET Y POLITICAS DE PRIVACIDAD DE LA CASA BLANCA



La administración del presidente de EE.UU., Barack Obama, nombró a la abogada de Twitter, Nicole Wong, como la nueva asesora sobre internet y políticas de privacidad de la Casa Blanca.

Wong trabajará con el Jefe de Tecnología, Todd Park, y se unirá con la Casa Blanca en sus esfuerzos por luchar contra los hackers.

Su nombramiento tiene lugar al tiempo que la administración del presidente Obama lidia con acusaciones relacionadas con su programa de vigilancia en Internet y de las escuchas telefónicas, como medida para luchar contra los ataques terroristas.

El portavoz de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca, Rick Weiss, declaró que Wong trabajará como official de tecnología para los Estados Unidos junto a Park en cuestiones como Internet, privacidad y otras áreas relacionadas con tecnología.

“Tiene una experiencia tremenda en estos temas y una inigualable reputación de justa y honesta, por ello deseamos que se una pronto a nuestro equipo”, dijo Weiss.

El Congreso y la Casa Blanca llevan más de un año buscando la mejor estrategia para enfrentar los ciberataques y mejorar la seguridad cibernética del país.

Wong, que era la encargada de temas legales para la compañía Twitter, testificó frente al Congreso sobre su preocupación en materia de censura en internet en diferentes países del mundo.

En 2010, cuando Wong era vicepresidenta de Google y consejera general adjunta, dijo en una audiencia del Comité Judicial del Senado que el gobierno de EE.UU. debería incluir la libertad en internet como una parte esencial de su política exterior.


5 jun 2013

COSMOPOLITAN Y SUS PORQUÉS...

 Por: azoteortográfico.com

Ya se sabe que las erratas en la prensa están a la orden del día; no en vano el diario El País, en su artículo «Errores y horrores de agosto», reconoció algunas de las gravísimas meteduras de pata que se habían podido apreciar en sus páginas durante dicho mes. Esto evidencia, entre otras cosas, que los lectores no se toman precisamente a la ligera el hecho de que la calidad de la redacción de un periódico merme de una manera tan apreciable. Podría aplicarse el cuento más de uno.

No pretendo en esta entrada soltar ninguna perorata acerca de la importancia de la figura del corrector (profesión esta cada vez más infravalorada) y al hecho de que muchas publicaciones han prescindido de esta figura, lo cual ha repercutido directamente en el resultado final de sus textos; sobre todo porque precisamente Cosmopolitan es una de las pocas que sigue manteniendo entre sus filas a una correctora de estilo y, aunque se cuelan algunas cosas, no suele estar entre las revistas peor escritas del quiosco, precisamente.


En esta ocasión, sin embargo, el patinazo ha sido mayúsculo; no ya por la naturaleza del error en sí, dado que es algo que se aprende en la escuela primaria, sino porque ha aparecido en la mismísima portada.  

Obviando los anglicismos innecesarios, que no son pocos («tips» por «trucos» o «consejos»; «low cost» por «bajo coste» o «bad boys» por «chicos malos»), la mayor patada al diccionario es ese porqué en la frase «Porqué nos gustan los chicos malos».

La escritura de esta expresión siempre ha traído cola pues, para conocer cuál es su ortografía correcta, hay que distinguir su función en el contexto. En el caso que nos ocupa, se trata de una oración interrogativa indirecta: por tanto, debería existir un espacio entre por y qué, al tratarse de la preposición por más el pronombre interrogativo qué. Así, la frase debería aparecer como «Por qué nos gustan los chicos malos».

Aprovechando esta entrada, me gustaría ofrecer una explicación sobre este caso y las formas en que puede darse.

1. Por qué (separado y con tilde). Se escribe así cuando coinciden la preposición por con el pronombre interrogativo o exclamativo qué. Aparece, por tanto, en oraciones interrogativas y exclamativas, tanto directas como indirectas. «Me pregunto por qué prefieres el verde en lugar del rojo».

2. Porqué (junto y con tilde). Es un sustantivo, equivalente a razón o motivo. Puede ir precedido por un determinante. Un ejemplo: «No entiendo el porqué de su marcha».

3. Porque (junto y sin tilde). Es una conjunción causal átona. Suele equivaler a puesto que o ya que, entre otras. «No compré huevos porque pensé que había».

4. Por que (separado y sin tilde). Pueden darse dos casos:

    4. 1. Preposición por más pronombre relativo que. En este caso, que puede sustituirse por el cual (o bien en femenino o en plural, según el contexto). «Esta es la puerta por que entramos».

     4. 2. Preposición por más conjunción subordinante que. Aquí no cabe la sustitución de la que hablaba en el epígrafe anterior. Sin embargo, que puede sustituirse habitualmente por la expresión el hecho de que. «Esta exposición se caracteriza por que los cuadros proceden de varios museos extranjeros».

Me consta que, en muchas ocasiones, ni siquiera la presencia de un corrector puede evitar que aparezcan errores y erratas en las publicaciones, pues el ritmo de trabajo es frenético y, a veces, muchos de los textos ni siquiera llegan a manos del corrector, o bien son modificados después de su revisión. No obstante, que una cosa así se cuele en la portada de una publicación clama al cielo. ¿A cuánta gente se le ha pasado su presencia para haber llegado así a los quioscos? 

3 jun 2013

LA INDIFERENCIA GARPA

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Por Pau Salerno

Una nena de ocho años llora. Las causas de su angustia llueven a cántaros a través de sus labios que, a la vez insistentes y resignados, buscan un gesto de comprensión por parte de su mamá. O, al menos, de la amiga de esta, tía, madrina, colega o lo que fuere, que permanece sentada frente a ella en la mesa de un bar timidongo situada en la vereda de una de las avenidas más concurridas de Buenos Aires. Yo me codeo con esta imagen justo cuando salgo del cyber donde me dicen que no hay máquinas libres si quiero imprimir, que volvé más tarde, que todavía no cerramos. Veo a la nena desconsolada y a la costumbre con que sus madres miran de refilón esos sentimientos infantiles. Primero trato de entender qué le pasa, pero en seguida caigo en el pozo con fondo de la indiferencia adulta. Y ahí recuerdo que los chicos, y más aún los bebés, lloran. Ante cada frustración. No porque son llorones o porque están aburridos, sino porque les sale; y los grandes somos reprimidos y, claro, represores. Pienso entonces en Mary Douglas y su clasificación cuadricular de la sociedad. Para nuestra amiga Mary -no concheta, sino británica; no correcta, sino antropóloga-, las personas más adaptadas socialmente son aquellas que mayor autodominio poseen. La idea, entonces, para ser aceptado por quienes a uno lo rodean, es ocultar(se) los propios sentimientos, deseos, emociones, necesidades. El cuerpo contiene, la sociedad -como cuerpo- también.
Instantáneamente el precepto dime cuánto reprimes y te diré cuán digno de relaciones sociales eres me traslada, diría en una asociación libre -aunque lo suficientemente reprimida como para que la relate fuera del diván-, a revisar mentalmente los últimos chats que mantuve con algún que otro hombre. Mi temor a pensar en mi incapacidad para el amor me conduce desde lo personal hacia lo social, y caigo en la cuenta de que no sólo el chat, sino también el inbox, el twitter, las publicaciones en facebook, el whatsapp, el mensaje de texto, etc., etc., responden a una misma metodología de interacción. Denominador común: mensajes cortos, despreocupados y autosuficientes. Un guiño que en un santiamén dice hola y se traduce en chau. Cierro el ojo, hola; lo abro, chau.
Pero esta comunicación vía indiferencia no hinca sus raíces en aquella despreocupación injustamente lógica de los adultos para con los berrinches infantiles. En la web, abundan las caprichosas exposiciones de mini-comentarios que, casi a la manera de Augusto Monterroso, son bálsamo de síntesis e ingenio. Este cortejo (hacia el otro y hacia uno mismo) responde a un anhelo de aprobación ajena que novia con el narcisismo. No se sabe si a uno le importa el otro, o si al otro le importa uno, o si uno sólo se quiere a uno y no al otro, o si el otro es un otro borgiano en que intentamos reflejarnos y del cual nos queremos alejar a la vez que nos enredamos en una orgía de yoes. La propia exposición -esencia de las concurridas redes sociales- se convierte en autocontemplación.
Ojo, a riesgo de pecar de demodé, pido que no seamos ilusos: el narcisismo no es sólo amor propio. Es hoy una jugarreta que nos lleva a conformarnos amargamente con la realidad y a hacer de cuenta que no nos importa lo malo, que nos reímos de eso, que es un caos, sí, pero no nos importa, que somos feos o tontos o nos equivocamos, pero está todo bien, boludo, no pasa nada. Nada. Y la indiferencia intersubjetiva vuelve a ganar.
Para consolarme posmoderna y risueñamente ante mis fiascos amorosos del apasionante mundo del hashtag, se me ocurre una explicación provisional: al ser conscientes de la imposibilidad de la perfección, trazamos un mundo naîve donde el ideal es como una diva almodovariana. Y la diva, de golpe, choca con su propia realidad: se acerca a su sueño rosado a la vez que se aleja de él sumergiéndose en una divina auto-risotada. Seductoramente camina la faceta antiheroica de los jóvenes posmodernos y se vuelve hilo conductor de affaires y enemistades.
A no ser que seas un avezado escritor de microchats, el espencerismo cibernético corre el riesgo de enviarte un rato al rincón de los rebeldes incomprendidos o, sin eufemismos, comunes chateadores sin tanta vuelta. Entonces las contradicciones para con este mundo -tan odiado y tan necesitado- se amigan gracias a la propia histeria, que está ahí en frente mirando de reojo y vestida con minifalda y escote. Y cedemos, hasta que no más. Entonces se asoma el llanto que nos encantaría fuera como el de la nena de ocho años, y que reprimimos porque es un lujo que este mundo no nos permite.
Conformista quizás, optimista tal vez, negadora, indiferente, posmodernamente, la inmediatez reviste a nuestros actos de un modo que, paradójicamente, nos cobija. El vaivén de emociones se traduce en un subibaja que por momentos divierte, a pesar de encontrarse en el ilusorio mundo infantil, a pesar de que la tierra esté al acecho. Afortunadamente el deseo se concreta cada tanto y desafía nuestra seguridad autocontemplativa. Ahí, entonces, cada tanto,  podemos pensar con satisfacción efímera pero intensamente posmoderna, la indiferencia garpa. ////PACO