30 ene 2013

LA AMISTAD, CARTA A CARTA

Dos reconocidos escritores decidieron; intercambiar cartas como una forma de diálogo. He aquí una muestra de esa empresa.
Paul Auster y J. M. Coetzee 
 
 
 
Durante tres años, el estadounidense Paul Auster y el sudafricano Premio Nobel J. M. Coetzee convinieron en escribirse cartas sobre los más diversos temas. El resultado dio lugar al libro Aquí y ahora. El primer tema que trataron fue la amistad, una buena manera de comenzar una relación que, con el tiempo y la tinta, acabó convirtiéndolos en amigos. DE COETZEE Querido Paul: He estado pensando en las amistades, en cómo surgen, en por qué duran —algunas— tanto tiempo, más tiempo que los compromisos pasionales de los que a veces se considera (erróneamente) que son tibias imitaciones. Estaba a punto de escribirte una carta sobre todo esto, empezando por la observación de que, teniendo en cuenta lo importantes que son las amistades en la vida social, y lo mucho que significan para nosotros, particularmente durante la infancia, resulta sorprendente lo poco que se ha escrito sobre el tema.
Pero luego me he preguntado a mí mismo si esto es realmente cierto. De manera que antes de sentarme a escribir he ido a la biblioteca a hacer una comprobación rápida. Y, oh maravilla, no me podría haber equivocado más. En el catálogo de la biblioteca había montones de libros sobre el tema, veintenas, muchos de ellos bastante recientes. Cuando fui un poco más allá y les eché un vistazo a aquellos libros, sin embargo, recuperé algo de autoestima. A fin de cuentas, yo había tenido razón, o por lo menos la había tenido a medias: la mayor parte de lo que aquellos libros decían de la amistad no tenía demasiado interés. Parece ser que la amistad sigue siendo en cierto modo un enigma: sabemos que es importante, pero no tenemos nada claro por qué la gente traba amistad y la conserva.
(¿Qué quiero decir cuando digo que lo escrito presenta poco interés? Compara la amistad con el amor. Sobre el amor se pueden decir cientos de cosas interesantes. Por ejemplo: los hombres se enamoran de mujeres que les recuerdan a su madre, o mejor dicho, que al mismo tiempo les recuerdan y no les recuerdan a su madre, que al mismo tiempo son y no son su madre. ¿Es cierto? Puede que sí y puede que no. ¿Interesante? Ciertamente. Ahora miremos la amistad. ¿A quiénes eligen los hombres como amigos? A otros hombres más o menos de la misma edad, con intereses parecidos, por ejemplo los libros. ¿Es cierto? Tal vez. ¿Interesante? Para nada.)
Déjame que te haga una lista de las pocas observaciones sobre la amistad que recogí durante mis visitas a la biblioteca y que me parecieron realmente interesantes.
Una. Dice Aristóteles que no se puede ser amigo de un objeto inanimado (Ética, capítulo 8). ¡Pues claro que no! ¿Quién ha dicho alguna vez que sí? Pese a todo, es interesante: de repente uno ve de dónde sacó su inspiración la filosofía lingüística moderna. Hace dos mil cuatrocientos años Aristóteles ya estaba demostrando que algo que parecían postulados filosóficos no podían ser más que reglas de la gramática. En la frase “Soy amigo de X” nos dice, “X tiene que ser el nombre de algo animado”.
Dos. Se puede tener amigos y no querer verlos, dice Charles Lamb. Cierto, y también interesante: es otro sentido en el que los sentimientos de amistad se distinguen de los apegos eróticos.
Tres. Los amigos, o por lo menos las amistades masculinas en Occidente, no hablan de lo que sienten entre ellos. Compárese este fenómeno con la verborrea de los amantes. De momento, no muy interesante. Pero cuando el amigo se muere, sale la pena a raudales: “¡Ay, demasiado tarde!” (dice Montaigne de La Boétie, dice Milton de Edward King). (Pregunta: ¿acaso el amor es locuaz porque el deseo es por naturaleza ambivalente —Shakespeare, Sonetos—, mientras que la amistad es taciturna porque es algo sencillo y sin ambivalencias?).
Por fin, un comentario que hace Christopher Tietjens en El final del desfile de Ford Madox Ford: uno se acuesta con una mujer para estar en condiciones de hablar con ella. En otras palabras, hacer de una mujer tu amante no es más que un primer paso; el segundo, hacer de ella tu amiga, es el que importa; sin embargo, en la práctica hacerse amigo de una mujer con la que no te has acostado es imposible porque quedan en el aire demasiadas cosas sin decir.
Si realmente cuesta tanto decir algo interesante sobre la amistad, entonces se materializa otra idea: que a diferencia del amor o de la política, que no son nunca lo que parecen, la amistad sí es lo que parece. La amistad es transparente.
Las reflexiones más interesantes sobre la amistad vienen del mundo antiguo. ¿Y por qué? Pues porque en la antigüedad la gente no consideraba la actitud filosófica como una actitud inherentemente escéptica, y por consiguiente no daban por sentado que la amistad tenía que ser algo distinto a lo que parecía ser; o bien, al revés, llegaron a la conclusión de que si la amistad era lo que parecía y nada más, entonces no podía ser tema para la filosofía.Cordialmente, John.DE AUSTERQuerido John: Ésa es una cuestión a la que he venido dando muchas vueltas a lo largo de los años. No diré que haya llegado a una postura coherente sobre la amistad, pero para contestar a tu carta (que ha desatado en mí un torbellino de ideas y recuerdos), quizá sea éste el momento de intentarlo.Para empezar, me limitaré a la amistad masculina, a la amistad entre hombres, entre niños.
1) Sí, hay amistades transparentes, sin ambivalencia (para emplear tus términos), pero no muchas, según mi experiencia. Eso quizá tenga algo que ver con otra de las palabras que utilizas: taciturno. Estás en lo cierto al decir que los amigos (al menos en Occidente) “no suelen hablar de sus sentimientos mutuos”. Yo daría un paso más allá, añadiendo lo siguiente: los hombres no suelen hablar de sus sentimientos, y punto. Y si no sabes cómo se siente tu amigo, ni qué es lo que siente ni por qué, ¿puedes decir en serio que es tu amigo? Y sin embargo, la amistad perdura, a menudo durante muchas décadas, en esa ambigua zona del no saber.
Al menos tres de mis novelas tratan directamente de la amistad entre hombres, son en cierto sentido historias sobre la amistad masculina —La habitación cerrada, Leviatán y La noche del oráculo—, y en cada caso, esa tierra de nadie del no saber que separa a los amigos se convierte en el escenario donde se representan los dramas.
Un ejemplo de la vida real. Durante los últimos veinticinco años, uno de mis amigos íntimos —quizá el más cercano que he tenido en mi vida adulta— es una de las personas menos charlatanas que he conocido nunca. Es mayor que yo (me lleva once años), pero tenemos mucho en común: ambos somos escritores, estamos estúpidamente obsesionados con los deportes, los dos casados desde hace mucho con mujeres excepcionales, y, lo que es más importante y difícil de definir, albergamos cierta sensación inexpresada, pero compartida de cómo hay que vivir: una ética de la madurez. Y sin embargo, por mucho cariño que le tenga a esa persona, por dispuesto que esté a partirme el pecho por él en momentos difíciles, nuestras conversaciones son casi sin excepción insulsas y anodinas, enteramente triviales. Nos comunicamos emitiendo breves gruñidos, volviendo a una especie de lenguaje taquigráfico que a un extraño resultaría incomprensible. En cuanto a nuestro trabajo (la fuerza motriz de nuestras respectivas vidas), rara vez lo mencionamos.(…)
(Una súbita y luminosa idea. Las mejores amistades, las más duraderas, se basan en la admiración. Ése es el sentimiento fundamental que relaciona a dos personas durante un prolongado período de tiempo. Se admira a alguien por lo que hace, por lo que es, por cómo se las arregla para andar por el mundo. Esa admiración lo ennoblece, lo realza ante tus ojos, lo eleva a una posición que, a tu juicio, es superior a la tuya. Y si esa persona también te admira a ti —y por tanto te ennoblece, te realza, te eleva a una posición que considera superior a la suya—, entonces se encuentran en condiciones de absoluta igualdad. Ambos dan más de lo que reciben, los dos reciben más de lo que dan, y en la reciprocidad de ese intercambio, florece la amistad. De los cuadernos de Joubert (1809): “No sólo debe cultivarse el trato con los amigos, también hay que cultivar su amistad dentro de uno mismo: conservarla con esmero, cuidarla, regarla”. Y de nuevo Joubert: “Siempre perdemos la amistad de aquellos que pierden nuestra estima”).
2) Niños. La infancia es el período más intenso de nuestra vida porque lo que solemos hacer entonces, lo hacemos por primera vez. Poco tengo que aportar a esto salvo un recuerdo, pero ese recuerdo parece poner de relieve el infinito valor que atribuimos a la amistad cuando somos jóvenes, e incluso muy jóvenes.
Yo tenía cinco años. Billy, mi primer amigo, apareció en mi vida de una forma que ya no alcanzo a recordar. En mi memoria es un extraño y alborozado personaje de opiniones firmes y un talento bastante desarrollado para las travesuras (cosa que a mí me faltaba en grado sumo). Tenía un grave defecto del habla, y pronunciaba las palabras de manera tan confusa, se le atascaban tanto en la saliva que se le acumulaba en la boca, que nadie llegaba a entender lo que decía; salvo el pequeño Paul, que le servía de intérprete. Gran parte del tiempo que pasábamos juntos lo dedicábamos a deambular por nuestro barrio residencial de Nueva Jersey en busca de animalitos muertos —pájaros, sobre todo, pero también alguna rana o ardilla listada— para enterrarlos en el parterre que bordeaba mi casa. Ritos solemnes, cruces de madera hechas a mano, prohibido reírse. Billy aborrecía a las chicas, se negaba a rellenar las páginas de los cuadernos para colorear que mostraran representaciones de figuras femeninas, y como su color favorito era el verde, estaba convencido de que la sangre que corría por las venas de su oso de peluche era verde. Ecce Billy.
Entonces, cuando teníamos seis años y medio o siete, se mudó con su familia a otra ciudad. Congoja, seguida de semanas, si no meses, de añoranza de mi amigo ausente. Por fin, mi madre cedió y me dio permiso para hacer la costosa llamada de teléfono a la nueva casa de Billy. El contenido de nuestra conversación se me ha borrado de la memoria, pero recuerdo mis sentimientos tan vívidamente como me acuerdo de lo que he tomado para desayunar esta mañana. Eran los mismos que más adelante tendría de adolescente al hablar por teléfono con la chica de quien me había enamorado.
En tu carta haces una distinción entre amistad y amor. Cuando somos pequeños, antes de que se inicie nuestra vida erótica, no hay diferencia. La amistad y el amor son una misma cosa.
3) La amistad y el amor no son la misma cosa. Hombres y mujeres. Diferencia entre matrimonio y amistad. Una última cita de Joubert (1801): “Sólo debes elegir por esposa a la mujer que escogerías como amigo, si fuera hombre”.
Una formulación bastante absurda, supongo (¿cómo puede una mujer ser hombre?), pero se entiende lo que quiere decir, y en el fondo no se diferencia mucho de tu observación sobre El final del desfile, de Ford Madox Ford, y la caprichosa y divertida afirmación de que “uno se acuesta con una mujer para estar en condiciones de hablar con ella”.
El matrimonio es sobre todo una conversación, y si marido y mujer no encuentran un modo de ser amigos, su unión tiene pocas posibilidades de subsistir. La amistad es un componente del matrimonio, pero el matrimonio es una discusión que no deja de evolucionar, una eterna obra inacabada, una continua exigencia de llegar al fondo de sí mismo y reinventarse en relación con el otro, mientras que la amistad pura y simple (es decir, la amistad fuera del matrimonio) tiende a ser más estática, más cortés, más superficial. Ansiamos la amistad porque somos seres sociables, nacidos de otros seres y destinados a vivir entre otros seres hasta el día de nuestra muerte, pero cuando se piensa en las peleas que a veces estallan incluso en el mejor de los matrimonios, los apasionados desacuerdos, los exaltados insultos, los portazos y platos rotos, se comprende enseguida que tal comportamiento sería intolerable dentro de los decorosos ámbitos de la amistad. La amistad significa buenas maneras, amabilidad, constancia en el afecto. Los amigos que se gritan rara vez continúan siéndolo. Los maridos y mujeres que se gritan suelen seguir casados; a veces felizmente casados.
¿Pueden ser amigos hombres y mujeres? Creo que sí. Con tal de que no exista atracción física en ninguna de las partes. Una vez que la sexualidad entra en escena, se acabó lo que se daba. Es preciso tratar otros aspectos de la amistad.
Con calurosos recuerdos desde la tórrida Nueva York, Paul.
 
 



5 ene 2013

UNA BIBLIOTECA "LOGUEA" A SUS INVESTIGADORES

Las nuevas voces que la tecnología trae nos motivan a abrir el cofre de palabras que atesora el idioma español…



Abecedario

Abecedario


La Razón / Óscar Ordóñez A. - periodista
00:00 / 16 de diciembre de 2012
 

La ciber página del Catálogo Bibliográfico de la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), de La Paz, advierte a investigadores, docentes y estudiantes: “Para poder acceder como usuario debe estar logueado”.
Por lo escrito, se deduce que para consultar algún libro, hay que formar parte del grupo de lectores de esta biblioteca. Pero el problema mayor radica en que ahora, para comunicarnos un simple aviso, recurrimos al idioma inglés, pero de mala manera.
La oración podría haber dicho “Inscríbase en nuestra comunidad académica de investigadores”. Luego, se debe indicar los enlaces de identificación y de inscripción.
No existe la palabra “logueado”. Tal vez, la UMSA se refiere a logged, verbo inglés que en español significa: “inscrito”, “anotado”, “registrado”, “identificado”. La voz de origen es login (autoidentificarse) y se la lee cuando obtenemos un correo electrónico en páginas como Yahoo, Hotmail y Gmail, entre otros. Las bibliotecas, clubes, instituciones públicas o privadas ofrecen también estos servicios.
“Logueado” forma parte de un ejército de palabras despeinadas que irrumpen en el español con el fin de que nos entendamos. Pero ocurre todo lo contrario: se abre el abanico de las imprecisiones. El Diccionario de Informática en Línea Alegsa explica que más apropiado que “loguearse” es “iniciar sesión”. Lo contrario, logout (cerrar sesión).
Según el portal electrónico “Mis Respuestas”, login viene de las voces log (bitácora, registro) e in (adentro). Es decir, “registrarse”. “El término apunta a la credencial o al nombre del usuario”. Por ello, en inglés se dice login. Pero varios hispanohablantes (ya por comodidad o por falta de conocimiento) optan por “loguearse” en lugar de inscribirse o de registrarse.HACKEADO. Pero “logueado” no es el único mal ejemplo que encontramos en el camino: ocurre también con “hackeado”, que viene de hacker (pirata).
“Informamos a nuestros seguidores que hemos sido hackeados, seguiremos informándoles a través de esta vía. Muchas gracias”, dijo la Red Erbol en su cuenta Twitter, el martes 30 de octubre.
Vemos, una vez más, cómo la mala influencia del inglés sobre el español anula mejores posibilidades de expresarnos. ¿Sucumbimos ante la seducción de las tecnologías?, ¿o habrá llegado la hora de abrir el cofre de palabras del idioma español y elegir las que necesitamos?La oración podría decir “Nos atacaron piratas informáticos. Pero seguiremos informándoles, a través de esta vía. Muchas gracias”.
“Tageado” es otra palabra que quiere ingresar al español a como dé lugar. La voz de origen en inglés es tagged y se la emplea en las redes sociales cuando alguien ha sido “etiquetado”, “nombrado”, “señalado”, “mencionado”, “aludido”, “incluido” en una fotografía o en un comentario.Lo mismo ocurre con las palabras “faveado” (acción de convertir en favorito a un tuiteo en Twitter) o “blutupeado” (viene de bluetooth, sistema de comunicación inalámbrica entre teléfonos móviles y computadoras portátiles).
Asistimos a una tendencia lingüística (en Internet) que se inclina por fusionar palabras de dos idiomas con el fin —creemos— de comunicarnos mejor. Pero lo que ocurre es que, como si se tratara de cifras, factorizamos las palabras y eliminamos la comunicación.INGLÉS. La terminación española “ado”, que funciona como sufijo, para estas voces que comienzan en inglés, le da un carácter interesante de concret-ado, realiz-ado, termin-ado, acab-ado.
El origen de esta tendencia, como el curso de un río que no se puede detener, parece haber llegado con la palabra “escáner”. Al incluirla al diccionario, la Real Academia Española (RAE) abrió tal vez una rendija de su portón para que estas voces fusionadas empujen con fuerza esa puerta y quieran formar parte de su libro gordo y sabio.
Escáner, que deriva del inglés, scann (“examinar”, “escudriñar”, “explorar”), es un dispositivo que explora el cuerpo humano (en la medicina) examina si las personas portan armas (en los aeropuertos) y reproduce imágenes o documentos (en las oficinas y hogares).
De “escáner” nació “escanear” (aceptado por la RAE) y desemboca en el participio “escaneado”: calidad de “explorado”, “examinado”, “digitalizado”. ¿Nos da pie ello para decir también “photoshopeado”, “emepetreado” y “pedefeado”, por ejemplo?
Con la primera voz damos a entender que hemos “retocado”, “modificado” “ajustado” o “arreglado” cierta fotografía con Photoshop, el editor de imágenes más popular del mundo.
“Emepetreado” se refiere a la conversión de algún audio o música al formato MPEG III (Moving Picture Experts Group), más conocido como MP3. En cambio, “pedefeado” (PDF, Portable Document Format) define la digitalización de fotos o textos a un archivo de características casi intocables, formato utilizado de preferencia por las imprentas.
Sobre la base de ese razonamiento, creemos correcto cuando decimos “logueado”, “hackeado”, “tageado”, “photoshopeado”, “emepetreado”, “pedefeado”, “faveado” y “blutupeado”, entre otros.
Pero la manera en cómo actúa el genio del idioma español nos demuestra que la fuerza de la creación de nuevas palabras reside en él mismo. No necesita de otras lenguas para nombrar hechos o cosas, en apariencia, nuevos; a no ser que estemos ante un vacío de expresión incapaz de ser nombrado por nuestro idioma.
Lo contrario se llama mala influencia, moda fácil o poca reflexión sobre los atributos que nuestro idioma atesora en su gran cofre de palabras.Al margen de las fortalezas o debilidades de los genios de todas las lenguas, hay un ser (la tecnología), en apariencia más poderoso, que habla un solo idioma: el inglés. Su presencia —en los siglos XIX y XX— ha sido favorecida por la política, la economía, la industria, las telecomunicaciones, la publicidad, la educación, la música popular, el cine y el periodismo, entre otros.CONDENA. Pero no por ello vamos a condenar a esta lengua como la única responsable de que muchos hispanohablantes, en particular, la consideren superior al español. Esa inferioridad se debe también a nuestro poco o nulo amor a la lectura y al hecho de que los medios de difusión se inclinan, con frecuencia, por voces más de moda que correctas. Por desgracia, la gente asume como válido todo lo que escriben o dicen los medios. Ése, el verdadero peligro.
Ningún idioma viaja a la velocidad de la luz. La lengua española tiene a la paciencia y al tiempo como eficaces herramientas de trabajo. Con ellas crea nuevas palabras. Por ello, no necesitamos “loguearnos” en la comunidad apresurada de personas que pronuncian o escriben palabras despeinadas para comprendernos.

The Story...

Llegué tranqui, tenía mi primera sesión con el ‘tipo del chaleco a cuadros’, más conocido profesionalmente como psiquiatra; me da la ‘bienvenida’ y pregunta: -“¿en qué la puedo ayudar?”-, le despliego mi arsenal sintomatológico – tal cual me lo recomendó el neurólogo - y comienza a sucederse un interesante intercambio –demasiado técnico para mi gusto–, de supuestas situaciones compuestas vividas. Me pregunta si en ese momento deseo llorar – yo lo empiezo a odiar por obligarme con su pregunta a ello -. 
Conclusión: por más que todo haya transcurrido relajadamente no me conformó, me retiré con un sabor insulso, y la sensación de ni fú, ni fá, ni bien, ni mal, ni ‘guauuu’, ni ‘uhhhhh’, o sea: NADA!
Me retiro, subo un piso, puerta abierta, saludo con la mano y me invita a pasar mi queridísima psicóloga...
Ni bien tomo asiento, le comunico mi disconformidad y todas mis ganas juntas de no volver a perder mi tiempo visitando nuevamente a su colega de chaleco, ella, pobre santa de Dior, entiende lo expuesto y hasta está de acuerdo conmigo –coincidir tan puntualmente con el terapeuta es una satisfacción gratificante créanme–.
Pero ya sabemos que no todas son margaritas en esta vida y desde el primer día de mi consulta con la Licenciada Hurtado me propuse no hacerle la vista gorda a nada, entonces aconteció el siguiente diálogo:
 -¿qué tal la mudanza?
Bien.
-¿y tus vecinos?
No sé.
-¿pero tienes vecinos?
Si.
-¿…?
Me los atravieso alguna vez, pero no me interesa saber quiénes son.
-¿y tu nuevo trabajo?
Bien.
-¿…?
Apenas empiezo a conocer a la gente. Todos parecen iguales.
-¿con tu novio?
No se.
-¿…?
Me molesta que me hable.
-¿entonces?
Utilizo el celular de la empresa y le comunico lo que debo por mensajes de texto.
-¿y vos qué es lo que necesitarías que la gente haga?
Que se U BI QUE!
-¿…?
Es simple, hoy me levanté con dolor de cabeza…:)
-¿¡…!?
 La sesión duró 58 minutos, mi psicóloga se quedó preocupada por mis planteos, después de casi tres semanas...la misma actitud voluntaria, después de todo… creo que la mudanza de casa y laburo, ayudarán mucho – eso no me lo dijo -, igual ahora tengo un tema pendiente bastante importante que resolver.
 

2 ene 2013

NOCHE VIEJA...


Y mientras busca el libro que le pedí, vuelve a preguntarme de dónde soy, y yo le contesto que de Japón, que aprendí el castellano viendo Celeste siempre Celeste por Internet, y él que se queda desconcertado y mientras sonríe yo reviso en mi cartera y me preocupo porque no encuentro mi boleto de regreso...